RESIDENCIA EN LA WEB O POÉTICA DE UN NERUDA HIPERMODERNO


Sucede que me canso de ser hombre
yo también
sucede que
de alguna manera no quepo
en 140 letras y silencios
en el mundo dactilar
en las manos que amasan el espejo
yo también recorro Oxxos y jardines
y me sumerjo en el Facebook y en los parques
sucede que este narciso
fuma Delicados con filtro
y se bebe un café en Starbucks
ya nadie, casi nadie
cuelga ropa bajo el sol
el sol es un pescado encerrado en las secadoras
sucede que los cines ya son más reales que nosotros
que el olor de los Mc Donalds me hace llorar a gritos
yo también me canso de blandir la frente
sucede que mi camisa ya no llora
que no he aprendido a arar la tierra
sucede que el comunismo es una estafa
que el neoliberalismo no libera
yo paseo con calma
con mi laptop como un pan al hombro
paseo con sed, con furia, con cuatro ojos
sin un rincón donde conectar mi alma
no hay dios inalámbrico ni ascensores
ni enlace directo al cementerio
no hay paraguas para mojar la lluvia
yo también quiero un descanso de piedra
pero aquí ya sembraron cables en las piedras
por eso el día lunes arde como luz eléctrica
y
yo también me canso de ser hombre
por eso le doy refresh a mi ventana
y esc
y nada.


POEMA DE AMOR CON FINAL MUSICAL

Yo te recuerdo
y lanzo pequeñas piedras a tus ojos tranquilos
Luis Rogelio Nogueras

B, quiero decirte que te quiero. No es que necesites saberlo, tampoco es que yo necesite, urgentemente, decírtelo. Es más, olvida que lo he dicho. Aquí no ha pasado nada.
            Al amor ni lo alborotes, sabes cómo se pone. La última vez que lo dejamos entrar nos dejó la cama echa un borlote, y ni qué decir de la cocina o el baño. Tus ojos tibios dejémoslos así, también mis manos taquicárdicas y mis instintos salivodentales.
            Insisto, no hay poema. Nadie ha dicho nada.
Ah, y el final musical aquí lo tienes:
            Chan-chan.






CON QUÉ DERECHO VIENES, B, A CRITICAR MIS POEMAS, cuando yo te saqué del fango becqueriano, cuando fui yo quien te libró de Neruda y puso en tus manos a Nogueras.
            Cómo vienes ahora a decirme que mi poesía es una estafa, si todavía no hace tanto leías con ilusa juventud los más empalagosos y estúpidos versos de Benedetti. Cuando fui yo quien frente a tus ojos abrió al azar un libro de Szymborska para que te despabilaras y olvidaras las ecuaciones poéticas de algunos eruditos que más que poesía hacen somníferos.
            ¿No jugamos, tú y yo, ebrios, a la lucha libre y montamos al ring un libro de Novo que terminó deshojado por los brutales derechazos de una mala edición de Bukowski?
            “La poesía debe ser una parvada de patadas en el culo”, dijimos.
            Pero vienes a criticar mis poemas, ahora, y yo siento tus palabras como un contundente golpe de alas que se desploma sobre mi culo celeste.





DE UNA SERIE DE CARTAS QUE JAMÁS LLEGARÁN A SU DESTINO

Pablo, quiero pedirte disculpas. Me acabo de enterar que tus Veinte poemas de amor los escribiste antes de los 19. Entiendo que a esa edad uno escribe muchas estupideces. Quiero que sepas que te entiendo, que yo también sufrí de sensiblería y me enamoré de algunas muchachas bobas que me hacían escribir versos empalagosos.
            Aún así, no te perdono del todo. Fuiste el culpable de que más de tres chicas me mandaran al carajo. Yo creí, también por aquella edad, que a ellas les gustaba escuchar eso de Me gusta cuando callas porque estás como ausente. Pero es difícil, ¿sabes?, darnos cuenta que la poesía no es como los perfumes, los chocolates o el buen aspecto.  Aunque al principio se les haga curioso que en lugar de llegar con un par de boletos para el cine aparezcas con un puñado de hojas manuscritas, luego empezarán a reclamarte –de maneras que ni te imaginas-, algo que no sólo les entre por las orejas.
            Las mujeres buscan hombres, Pablo, no poetas. Quizás tú también te diste cuenta más tarde que temprano, y por eso ibas a llorar a los cines, y por eso tu desilusión. ¡Cambiaste los versos de amor por odas a los tomates!
            Estés donde estés, no te sientas mal, Pablo. Sucede que a veces todos nos cansamos de ser hombres, de ser poetas. Sucede que nos enteramos tarde de las cosas y ya no podemos ocultar la cabeza ni los versos de amor ya publicados.
            La cagaste, mi buen, pero todos la cagamos. Quizás hoy, que la noche está estrellada y los astros tiritan a lo lejos (igual que todas las noches del mundo), podamos escribir los versos más tristes; pero lo mejor será olvidar que sucedimos, quedarnos hombres, llamarnos como nos llamamos, y no cometer la ridiculez de creer en el amor o rebautizarnos como Neruda. 


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