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En el tiempo no puede marcarse una generación cuando hay olvido. Como un huérfano que no logra identificarse con los padres. Estos, invadidos por la tecnocracia, viven con el deseo de experimentar una fecha sobre el final del mundo que se cumpla tras el apocalipsis frustrado al comprobar que todas la profecías fallan. El camino de la ciencia, el cosmos y la duda toman el control de la doctrina espiritual. Somos pues embriones probeta de la literatura, un grupo sin tiempo que no se agremia, pero se identifica, como partículas de un mismo origen.