Jesús Montoya

Selección del Libro: Viaje.

*

Me acusan incansablemente
de arrastrarme junto a los equivocados
en el sendero equivocado.
Me acusan y señalan con sus dedos temblorosos
cuando mis ojos descansan
en un sueño distinto, lejano.
Me acusan por aplastar una a una
mis pasiones sin arrepentimiento,
por traicionarme al escribir poemas
desde una voz insensata que destroza en su recorrido
las ventanas.
Estoy decidido a ser el primero que echen
a la calle de sus asquerosos recintos,
pues mis ojos apuntan hacia todas las direcciones
que marca el viento con su paso.
Me acusan de ser invisible
aunque esté tan cerca como el aliento,
pero mi soledad no sabe cómo comportarse.
Me han insistido que sea feliz desde la ausencia,
y he fracasado.
Me han invitado a pudrirme en la locura
como las hojas amarillas cuando cambian su color.
Me han maltratado por tener esta memoria larga y sucia
hecha de caricias.
Pues bien, les digo:
Soy el movimiento fino
con que el cielo cambia de rumbo a las estrellas.
Acúsenme,
nada traigo en mi defensa más que la humilde pena
de quien ama las palabras.
Vengo con el rostro hueco
por esta sonrisa adolescente
que inútilmente se me va borrando,
que inútilmente se me va quedando en otra infancia.
Mi voz se mece en los jardines y se pierde en el espacio.
Nada traigo en mi corazón,
no me acusen porque cante.
Nada traigo desde el precario
y misterioso río del tiempo.
Nada tengo más que el lamento
de quien en silencio busca la distancia.
Acúsenme,
medité la alegría y la perdí.

*

Nadie embellece mi soledad.

El fuero interno no es la melodía de la noche, es la
música de las esferas y del sol. Todos estos secretos
los contó al viento alguno de esos locos que se hicieron
pasar por mis amigos, y lo fueron.

¡Cómo los quise, cómo los quiero todavía!

Delicadas criaturas que emergieron de mi llanto errante.

No habrá otros amigos como mis amigos,
porque en la fosa transparente del alma la poesía une
lo que la vida es capaz de separar.

Este libro es una verdad,
y una verdad tendrá tanta claridad según esté
ennegrecido su manto.

Nada puedo nombrar que no desaparezca, por eso
mi voz no es una sola. Por eso las tumbas rayan
mágicamente el amuleto que oculto. Por eso fumamos
tristemente todavía. Por eso la llama que hace girar el
mundo aún no se apaga. Por eso la poesía continúa
siendo un misterio tan iluminado como inútil por
razones totalmente distintas.

He imaginado vertiginosamente la locura, quise
destruir en ella mi orgullo con una palabra, quise
robarle la felicidad en un espacio espléndido e infinito
como el mar, pero infinito sólo es el silencio y ni
callando dejo de escuchar el temblor que antecede
desde el mundo; todo en él vibra como un ejército que
marcha por la rendija del corazón.

Escucha,
no pierdas su rastro.

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