El Domingo del espacio exterior

Vamos a bailar juntos ahora que nuestros amigos se han dormido. Que se haga de día. No podemos poner música o despertamos a toda la casa, así que bailamos en silencio y me dices al oído: “parece que bailamos en el espacio exterior, donde el sonido no se propaga”. La casa es una nave espacial y la ciudad es un planeta desconocido. Si salimos de paseo vemos las estrellas muy brillantes, como nadie las ha visto nunca. Vamos a jugar a que yo te hago preguntas y tú respondes sin pensar y te pregunto qué es lo que más te gusta del universo. Si quieres estamos bailando un ritmo tropical. Si quieres estamos bailando un ritmo electrónico.

                Vamos a dormir un rato y tenemos un sueño donde estamos flotando en el espacio exterior. No me esperaba esta sensación, ya no le tengo miedo a flotar en el espacio. Voy a levantarme antes que tú y preparo el desayuno porque estoy de buen humor. Huevos fritos, tostadas con queso. Comemos en la terraza mirando la ciudad que es un planeta. Es el domingo del espacio exterior.

                “Es el domingo del espacio exterior”, te quiero decir más tarde en la piscina, “estamos flotando en el espacio y vemos a la gente en la Tierra que parecen hormigas”. Empiezo a escribir un poema donde los dos tumbados miramos el cielo y nos preguntamos dónde empieza y dónde termina. Dónde termina y dónde empezamos nosotros. Pero me distraes y lo tengo que dejar a medias. Si hablamos debajo del agua te entra la risa porque pongo voz de ballena. Si no te quieres meter en la piscina te tiro. Al principio te enfadas pero luego me perdonas y luchamos buceando. Mira lo que es que te pase el dedo mojado por la espalda caliente del sol. Mira lo que es que me abraces justo al salir del agua cuando estoy seco.

                Atrapado debajo de mi cuerpo dices que no me mueva y te da un escalofrío. Mira la ciudad-planeta; nuestra misión es llegar al súper, comprar cerveza, volver a casa. Va a ser mejor que no mires a nadie. Pero yo me distraigo en la tienda de tattoos y tú te distraes acariciando a un perro cocker. Nuestra misión ha fracasado. Ahora estamos atrapados en el universo. Quiero un tattoo de un ancla que diga debajo “el mar es enorme, casi inabarcable, pero también es azul y eso me tranquiliza”.

                Vamos a revolcarnos en este césped del planeta nuevo que hemos conquistado. Me dices al oído que te pica el césped en la espalda quemada por el sol. Más tarde, mirando las estrellas te hablo de mi poema sobre el espacio exterior. “No sabemos dónde empieza y donde acaba el universo”, te digo. Que pobrecitos, dices, que no sabemos nada. “No me importa”, te respondo. “El espacio exterior es genial. No lo esperaba tan alegre pero es porque no contaba contigo”. Vamos a jugar a que uno dice una palabra y el otro le responde sin pensar con otra palabra que no tiene nada que ver o que sí tiene que ver pero no lo parece.

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